domingo, 27 de marzo de 2011

los otros

vivir en casa de otros no es tan fácil. se demora uno en entender que también es su espacio y que de ahora en adelante la puede llamar "casa".

creo que me demoré tres meses en aceptarlo. en dejar de sentirme una extraña, una huésped para pasar a ser un miembro más. no es fácil y tampoco es del todo cierto. durante los fines de semana apenas cruzamos palabra. y a veces yo quisiera esconderme, hacerme chiquita, casi invisible... como hoy.

hoy tengo todas las luces apagadas y no he dejado rastro de vida. hoy ni siquiera he pronunciado una palabra. he estado aislada, completamente. dí una vuelta por un barrio bonito que no conocía, casi me quedo dormida en el metro y me dolía un gemelo. esa fue toda mi actividad de hoy. volví a la casa, preparé café (que me quedó muy rico) y lo tomé con dos rebanadas de pan con mantequilla y miel. desde entonces he estado en mi cuarto haciendo tareas, sacando las hormigas que se sintieron atraídas por mi pequeña alacena, escuchando música, leyendo noticias y ahora esperando a un amigo al que quedé de ayudar por skype.

hoy no he pronunciado palabra y ahora que ellos llegaron yo dejo las luces apagadas y me escondo. mi cuarto es mío porque lo he vuelto mío. es mi refugio, mi casa, mi territorio.

que domingo más domingo y qué soledad.

jueves, 3 de marzo de 2011

todo lo que he logrado


hasta hace muy poco no me creía capaz de muchas cosas: no creía que pudiera iniciar conversaciones espontáneas en lugares poco comunes, no pensaba que pudiera decir 'muchas gracias' o que sonreír no me constara tanto. no pensé nunca que decir 'te quiero', 'me haces falta' o 'te mando mis cariños' no me sonaran forzados o fingidos.

yo no pensaba que la escritura me fluyera tanto o que mi capacidad de concentración para leer por internet fuera a desarrollarse algún día como para lograr leerme todo un reportaje de semana completo. tampoco creí ser capaz de ajuiciarme con el diario, de empezar a organizar de alguna forma mi vida con postits de colores o que tuviera tanto interés por volver a los poemas de mi infancia.

muchas cosas las he logrado desde que estoy acá lejos, sola, con nieve, con cielos surcados. otras cosas había empezado a practicarlas, a desarrollarlas, a adquirirlas antes de viajar. sea como sea, tengo que reconocer que me sorprendo a mí misma cada vez que me doy cuenta no solo de que soy capaz sino de todo lo que me queda por demostrar de que soy capaz.

mi papá siempre nos dijo a mi hermano y a mí que uno no tenía porqué demostrarle nada a nadie, "que si los demás se ponen a tomar y se quieren emborrachar, uno no tiene porqué coger la botella y acabársela para demostrar que puede aguantar más que los otros o que toma más rápido". ese siempre fue uno de sus ejemplos preferidos. ahora, que ya no somos adolescentes y eso de tomar rápido y todo lo que le ofrezcan se ha quedado en una etapa, supongo que mi papá buscará algún otro ejemplo para seguir diciéndonos que no, que uno no tiene porque demostrarle nada a nadie (tal vez se le ha olvidado decir que lo que sí hay que demostrar es el cariño, el afecto), que uno no tiene porqué jugar a ser el más valiente o el más fuerte o el que más aguanta.

y bueno, yo creo que una de las formas sanas y productivas y valiosas de demostrar algo es cuando uno lo hace consigo mismo. por eso, en este momento del año y de mi vida, de verdad, me siento muy contenta de poder demostrarme cada día de que soy capaz, de que he sobrevivido, de que no he tenido ganas de morirme de verdad. en otras palabras, me siento orgullosa de mí misma.

me siento orgullosa de mí cuando miro este cuarto pequeño y blanco que hace unos meses me aterrorizaba porque me acordaba de los cuartos de clínica a los que no quiero volver y porque me hacía sentir lejana, perdida. ahora lo miro y lo veo lleno de dibujos y de notas y de cartas y de afiches y de color. y me veo reflejada en él; después de mucho intentar, decidí no aplazar el asunto del dibujo y empezar de alguna forma, por eso ahora tengo varios dibujos pegados en mis paredes que si bien no son ninguna obra de arte, al menos me han servido para matar el tedio, la tristeza, la rutina, los gritos de los niños o el dolor de cabeza.

pero sobretodo, los dibujos me han servido, especialmente, para darme cuenta de las capacidades que tengo y de cómo debo yo tomar la iniciativa y explorarlas, desarrollarlas, trabajarlas. supongo que este arrebato de creatividad, estas ganas locas de escuchar canciones para pintarlas o de escribir eternamente, de llenar papeles con pensamientos, de garabatear nombres, de repetir una y otra vez el faro que no me quedó bien y de querer intentar hacer un molino y repetirlo cuantas veces sea necesario... supongo que este entusiasmo que de un momento a otro se desborda sobre mi escritorio tiene que ver con el hecho de que a fin de cuentas la soledad no es tan sola si decidimos aceptarla y serenarnos. si decidimos volver sobre las cosas que nos gustan y poner nuestro empeño por demostranos a nosotros mismos que sí podemos, que aunque el camino sea duro la cima todavía se puede ver y que, a fin de cuentas, no nos queda de otra... no podemos sentarnos sobre las piedras del sendero y ver cómo se nos pasa la vida mientras seguimos creyendo que no somos capaces de nada más.