jueves, 9 de noviembre de 2017

Consuelo

Estoy en Montería, tierra caliente. Decidí volver al blog para romper el bloqueo que he asumido como normal y que me aleja de escribir.

***
Volví como consuelo. 

Hubo un tiempo en que alimenté este espacio con más juicio y dedicación. Había muchas cosas que quería contar. Ahora, tengo todavía muchas historias pero no les encuentro el mérito para compartirlas. Tal vez ese sea una de las desventajas de este mundo ágil e hiperconectado: la sensación de que ya todo se ha dicho, todo se ha contado, todo se ha creado. Y no, es eso, apenas una sensación. Todavía queda mucho.

****
Me gusta ir a las librerías. Me gustan las carátulas de los libros, los títulos, las editoriales. Me inspiran mucho y me dan ganas de sentarme a escribir o a dibujar o alguna cosa. 

En este momento veo desde la ventana cómo los demás crean, dedica tiempo de su vida a inventar, a combinar formas y colores, a construir escenarios y a jugar con todas las posibilidades. Yo miro a través y ni siquiera lo intento.

****
Hay mucho contenido diciéndole a una que se vuelva una exploradora, que viaje, que conozca, que hable con desconocidos, que viva y que aleje el miedo. Suena siempre tan fácil, pero es aterrador.

Escribir libera. Pintar, tejer, tocar guitarra. Mientras tanto estoy aquí aterrada y prisionera de la vida cotidiana: de los tumultos que esperan el cambio del semáforo para cruzar la calle, del gentío esperando el bus en la puerta de la estación, de los torniquetes a la entrada del edificio. Y aunque entre tantas minucias también hay resquicios de luz; la inspiración, la intención, el ímpetu de hacer se ha escondido debajo de la cama.

***
Volví como consuelo. Ojalá encontrara el ritmo que no me dejara claudicar. 

Debo crear. Debo creer.