Para no escucharte, para no verte, para hacer de cuenta que no existes.
Para que mis manos no te busquen y tus pupilas no se dilaten.
Para olvidar que hemos vivido, para ver hasta dónde hemos llegado, para no volver a pensar.
El acto delictivo de despertarme a medianoche para leer tu carta y descrifrar la letra pequeña, mientras las garzas de papel nadan en las dunas de mis sábanas.
Y escuchar la canción que tú también escucharías en este momento.
Todo para empezar...