martes, 17 de abril de 2012

chove chuva

a los fríos hay que respetarlos. el frío del invierno en países con estaciones jamás podrá ser igual al frío de una ciudad en el trópico. cuando yo estaba lejos viví la ola invernal de oídas: me contaban que las calles se inundaban, que muchos perdían sus casas, que hacía frío, que el cielo estaba gris, que no se podía salir porque siempre llovía. mientras tanto yo vivía otro invierno con temperaturas bajo cero, con nieve, con hielo, con narices heladas y viento penetrante. 

pero yo no podía decirles que su frío valía menos que el mío, que no se quejaran. a los fríos, al igual que a los dolores, hay que respetarlos. yo lo aprendí hace un año. entonces, ahora que volví a esta ciudad en el altiplano rodeada de cerros y con ciclovía los domingos, entiendo que definitivamente cada frío es distinto y que no me interesa mucho que me digan que en alemania ha caído nieve esporádicamente cuando debería estar subiendo la temperatura. no me interesa básicamente porque guardo mis energías para calentarme, porque me ocupo en frotarme los pies, en calentarme la nariz, en no mojarme. 

hace un año estaba experimentando la primavera, el olor a miel, los tulipanes, el cielo azul. hace un año sentía nervios de lo que podía suceder, de las decisiones que debía tomar, de los viajes, las personas, las pruebas, los caminos que se venían. me sentía lejos, estaba lejos... pero estaba contenta viviendo, sintiendo, conociendo, experimentando, aprendiendo. había que aprender a irse.

hoy estoy aprendiendo a volver... por no decir que ya lo hice porque ya ha pasado suficiente tiempo como para acostumbrarme de nuevo, para cogerle el ritmo a esta ciudad, para moverme bajo la lluvia. no obstante, a veces siento nostalgia de la lejanía, de ese tiempo en que el no estaba. cuando estaba lejos tenía excusas: podía decir "te extraño", "te quiero". podía concentrarme en escribir correos largos contando minucias o correos cortos gritando sentimientos. podía decir "cuando vuelva quiero hacer tal cosa" "cuando esté allá voy a verme con no sé quién" "a mi regreso podré hacer esto y decir esto y empezar esto otro..." 

heme aquí en un martes lluvioso preguntándome una vez más a dónde van las ganas perdidas. no perdidas porque yo haya dejado de sentirlas y tenerlas, sino porque cada día que pasa me voy deshaciendo de alguna migaja de ellas. sé que debo aprender a dejar ir, a soltar, a desprenderme del pasado que constantemente añoro. la vida se vive en el presente indicativo, no hay más.  entonces debo entender que esas ganas que una vez nacieron en mí deben ser reformadas, deben ajustarse a lo que estoy viviendo y recibiendo ahora. 

además, debo no sólo soltar amarras; debo buscar equilibrio. bien sé que la estabilidad económica y laboral podrían hacerme mucho bien. pero ante todo, debo procurar la estabilidad emocional: perderle miedo a los lunes, que dejen de ser mi terror, que no sean una angustia. debo dormir y levantarme con ganas, justo con las ganas que perdí. levantarme porque las cosas irán bien y se irán organizando (si no es que ya se están organizando). debo dejar de mirar al cielo buscando señales o intentando no llorar. si voy a mirar al cielo que sea porque me gusta el azul o la profundidad, pero que no sea porque acá abajo haya perdido el suelo, porque sienta que las cosas como no me resultan es porque no las merezco. 
estas tristezas de querer en saco roto debo abandonarlas de una vez por todas, porque en algún momento "arderán la balada, el café y la tristeza".

 *suspiro* 

aún cuando haga frío, aún cuando nuestra primavera no llegue siempre, aún cuando tantas cosas... todo debe ser para mejor. debemos llover historias, ideas y afectos; después recogeremos lo que esa lluvia nos dejó.