miércoles, 2 de julio de 2014

Último intento

He intentado escribir alguna cosa, cualquier cosa en esta página. Tal vez no lo he intentado verdaderamente, apenas me lo he imaginado incontables veces: mientras voy en el bus, cuando salgo de una clase, cuando subo a la terraza por unas galletas, cuando cruzo la calle para comprar un bonyur.

Me he imaginado varias veces volver sobre la página en blanco y contar. Dejarme llevar por las cosas que quiero decir, pero no. Hasta hoy, meses después, vuelvo y lo hago, como una tarea, como un deber. Porque tuve la idea de escribir una vez al mes y de llenar los espacios, pero cuando ya me sentí muy cómoda, renuncié, me detuve.

Me pasa a menudo que después del entusiasmo y la emoción que me suscitan las nuevas empresas, me quedo en blanco y decido detenerme. Yo no he entendido bien por qué... no sé si será mi ascendente o mi signo solar, pero me pasa constantemente: paro, pierdo la concentración, el interés y quiero hacer otra cosa, mirar a otro lado, callar.

Así, en estas últimas semanas, me he sentido. Mientras tanto en mi cabeza se atropellan todas las ideas, todas las palabras y las voces. Por fuera, en cambio, no puedo escribir, no puedo pintar, ni tejer. Ni siquiera hablar... estoy con la boca quieta y las palabras intentan abrir los labios pero no pueden porque tampoco hacen mucho esfuerzo, prefieren quedarse ahí, jugando entre la cabeza y la boca, entre la boca y el corazón. 

Y sin embargo, he tenido varios temas, muchos temas de conversación, de discusión, de duda. He pensado, por ejemplo, en el paso del tiempo, en una vuelta más que le acabo de dar al sol; en junio, mitad de año, mes del solsticio y unos de mis tiempos predilectos; en el amor, en lo que se dice sentir, en lo que se siente en realidad, en la persona que encarna el amor, en la persona que ama.

He pensado, también, en la repetición de la secuencia que con distintas variables sigue siendo la misma; en los tiempos que creemos dejar atrás pero que de vez en cuando vuelven a aparecer en forma de canciones, de textos, de cartas perdidas; en los aviones y el cielo, especialmente en el cielo. 

Han sido muchos minutos tratando de aquietar las palabras que corren en carros chocones y no se dejan alcanzar, que no quieren salir, a las que no les interesa ver la luz. De ahí mi dificultad al tratar de trazar una palabra, una oración, unos párrafos.

Por ahora prefiero perderme en las letras de otros. Tal vez, de esa forma, vengan y se queden conmigo las intenciones que pretendo convertir en acción. Tal vez leyendo sus palabras encuentre lo que quiero decir, lo que puedo decir. Porque sí, a fin de cuentas, no tenemos que decir (nos) todo sino apenas lo que estemos en capacidad de hacer. 

Mientras busco cómo quedarme en este ejercicio, en cómo traducir lo que pasa de mi boca para adentro, he roto el hechizo. He hecho el deber.