jueves, 25 de junio de 2015

Te levantas y te caes


"a veces enlaces, tropiezos sin paces
a veces tienes que hacer contigo las paces
a veces si haces no haces las paces
te levantas y te caes" -Anita Tijoux

A veces hacer las paces significa ir. A veces hacer las paces contigo es liberar. 
Me hubiera podido quedar en el mismo jala-jala de siempre. 

Nos hemos acostumbrado a tener la razón, cueste lo que cueste. Nos han impuesto la necesidad de demostrar que estamos en lo correcto. 

Y  hacerlo no siempre es ganancia. 

Cerrar capítulos es liberador de vez en cuando. Es triste al mismo tiempo. Es el silencio y la duda. Es el recuerdo pasado y el futuro que ya no asiremos. Cerrar capítulos es un temblor en el labio, una lagrimita que se asoma, un canción que aparece sin pedirla y empieza a nublar toda la mirada. 


No había que pasarlo por alto. Algo pasaba. Era esto. Se había atorado en la mitad de la garganta. 

Era rabia, era dolor, eran ganas de desahogarse. Eran malas palabras como mierda y putamente. 
A veces la rabia sabe mejor con malas palabras. A veces buscamos las peores palabras, las que ni nos sabíamos, las que no encajan, solo para darle más peso a nuestra rabia. Así toma forma. Así duele más.

Había que asumir el tiempo. Algo pasaba. No podíamos dejarlo pasar. Había que escupir la rabia y el desencanto. Todas las malas palabras que nos sabíamos. Cuando termináramos de escupirlas, nuestra rabia se iría. 


Yo no escupí tanto, porque no me sé tantas. Porque yo preferí escuchar. Porque preferí asumir el tiempo y recibir la rabia sincera y preferirla. Preferirla antes que una amabilidad disfrazada, un interés vacío, unos ojos perdidos. 


Hice las paces conmigo misma. No es fácil. Las lagrimitas me nublaron toda la cara. Me supieron a sal. 


A veces no sabemos a quién le duelen nuestras ausencias. 


martes, 13 de enero de 2015

Imágenes borrosas


Es bien sabido que, siempre, al mirar atrás encontraremos el camino que dejamos. No hay nada nuevo ahí. Cualquiera puede saberlo. Lo curioso es volver sobre los pasos andados y descubrirse en esas fotos, en esos escritos, en esas entradas de diario, en esos correos cruzados.

***
Hubo un tiempo en que quise que todo fuera como antes. En que me lamentaba por el paso del tiempo, por el cambio de las cosas, porque creo que en ese momento no estaba preparada para aceptar y entender el cambio.

Volví muchas veces sobre mis cuadernos y releí todo lo que había escrito. Intentaba dibujarme en la memoria distintos episodios, montar películas que recrearan exactamente lo que había pasado el jueves, el domingo por la tarde, antes de entrenamiento, después de clase. Guardé empaques de golosinas, boletas de cine, entradas a fiestas. Escuché una y otra vez las mismas canciones, me aprendí sus letras, las escribí en todo lugar que pude.

El tiempo fue pasando y se vinieron nuevas experiencias y momentos. Nuevas memorias para guardar. Todo quedó consignado de alguna forma en los anaqueles de mi archivo personal. Esta vez ya sin boletas, sin folletos, sin papeles acumulados. Sin basura. Era suficiente todo lo que había escrito, lo que dibujaba, las canciones que sonaron repetitivamente en mi computador.

Si hoy quisiera regresar a esos momentos, tendría una banda sonora completa. Cada canción me remitiría a un lugar, a una sensación, a un sentimiento fuerte que me inquietaba y que yo intentaba calmar escribiendo y dibujando. Aceptaba el cambio de mejor manera, pero aún así había cosas que quería fijarme para siempre en las retinas.

***
Vivo ahora este presente que una vez fue el futuro que deseé. La música viene a mí, los libros, el diario, las entradas al blog, las boletas de cine, las entradas de museo. Todo está y a la vez, se ha ido.
No tengo la estrecha necesidad de conservar las memorias. No me perturban mis recuerdos borrosos, mi imagen miope de lo que he vivido. Sé que algún día todo lo olvidaremos y estará bien, supongo.

Me cautiva volver sobre mí misma y reconocerme en esas letras. Me desconozco en cierta medida. Era una marejada que quería chocarse con las rocas una y otra vez para que quedara una marca, para cambiar el curso de las cosas. Pero no. Las cosas siguieron por el camino que les correspondía. Yo también.

Y en ese sendero que me fui trazando y que voy recorriendo me encuentro aquí alejándome de ese viento huracanado que una vez intento llevarme. En cambio, respiro otros aires y las cosas cambian y se van. No podré conservar para siempre lo que mis ojos ven. No todo lo que guardo son imágenes. Quizás esa sea la mayor transformación: he aceptado que los bordes se diluyen, que no puedo guardar para siempre las fotografías, que mientras más las deje ir, más libre andaré.

A la final lo terminaremos olvidando. Y todo irá bien.